quinta-feira, 24 de julho de 2008

Não é ele; é o outro


"El estilo es el hombre" dijo Bufón. En el caso de Chávez, es el hombre, el político y el jefe de Estado. Para sus críticos es un estilo pendenciero, pero para la inmensa mayoría de la población que lo apoya es la expresión de una personalidad franca y altiva. Lo que para sus malquerientes es una expresión de populismo, para sus seguidores es cercanía y contacto directo con la población. Lo que para la oposición son rasgos de autoritarismo, para sus partidarios es un liderazgo firme con objetivos claros.

El contacto directo y permanente con la población explica buena parte de su popularidad. Chávez ha realizado varios centenares de reuniones semanales en las regiones más apartadas del país. Convoca a las autoridades locales y departamentales, así como a representantes de las comunidades para que en diálogos directos con altos funcionarios del gobierno nacional, que siempre incluyen varios ministros, se discutan los problemas más acuciantes de cada región, y se encuentren soluciones ágiles con el compromiso de todos los niveles y ámbitos del Estado.

Estas reuniones son transmitidas íntegramente y en directo a todo el país por los canales oficiales de radio y televisión; a pesar de que generalmente se pueden prolongar por más de seis horas, su audiencia es amplia.

De igual manera, Chavez dialoga semanalmente sobre los problemas nacionales y regionales con los oyentes de decenas de pequeñas emisoras de radio que transmiten en pequeñas poblaciones campesinas y en barrios pobres de las grandes ciudades. Su presencia a lo largo y ancho del país es ubicua y continua. Transmite así al público la sensación de una gran preocupación por los problemas cotidianos y menudos de todos los habitantes, sin importar la modestia de su condición social. Y este reconocimiento se refleja en las encuestas de popularidad.

De otra parte, su mandato se ha visto animado y sobresaltado por enfrentamientos directos del presidente con figuras de la oposición, con magistrados de las Altas Cortes, con voceros de organizaciones no gubernamentales y, como se sabe, con presidentes de países vecinos.

En todos los casos, Chávez ha preferido la sinceridad y la franqueza a la diplomacia sinuosa y evasiva propia de otros altos mandatarios. Chávez no rehúye la confrontación; por el contrario, casi se diría que la busca cuando la considera necesaria para defender la obra de su gobierno, para lograr los objetivos de sus políticas o para develar lo que él considera son las inconsistencias o los intereses ocultos de sus adversarios.

Por eso de igual manera llama a una emisora de radio local a cualquier hora del día para refutar a un opositor cuando considera que lo está calumniando; reta a un magistrado de la Corte Suprema de Justicia a realizar un debate frente a frente en la Comisión de Acusaciones del Congreso para dilucidar una supuesta presión indebida del presidente sobre el magistrado; o confronta simultáneamente a presidentes en una reunión de la OEA.

Para la oposición, estos son excesos que cuestionan la majestad de un primer mandatario, crean un ambiente inadecuado de confrontación, acorralan a los disidentes y deterioran las relaciones exteriores del país. Para los seguidores de Chávez es una forma lícita de debatir abiertamente y sin tapujos posiciones políticas o ideológicas de cara al público, de darle transparencia a la acción gubernamental y de defender abiertamente los intereses nacionales.

La audacia y el carácter ejecutivo que Chávez le ha dado a su gestión es calificado por algunos como un sesgo autoritario de su personalidad y de su estilo. Es muy frecuente que salte por encima de las jerarquías institucionales y dé órdenes a segundos mandos subordinados sin información ni consulta previa a sus superiores.

Esto ha sido muy frecuente: comandantes de batallones reciben en ocasiones órdenes directas del jefe del Estado sin que el comandante de su respectiva División se entere de ello; también los llama de la misma manera para pedirles cuentas de su gestión. Chávez tuvo la inédita audacia de impulsar una reforma constitucional para hacer posible su propia reelección, en un país donde un temor atávico a la perpetuación del poder y un rechazo histórico a las dictaduras ha visto en la reelección un riesgo para la democracia, hasta tal punto que su Constitución la prohibía de manera explícita. Pero, haciendo a un lado esta tradición, en medio de las críticas de sus opositores, y seguro del apoyo popular, Chávez obtuvo un segundo mandato.

A pesar de estas y otras muchas audacias, Chávez nunca ha podido ser acusado de haber violado la ley o de haber abusado del poder.

Chávez es una persona de convicciones muy firmes, dispuesto a nadar contra la corriente para defenderlas. Tiene, a no dudarlo, algo de iluminado, convencido interiormente de su misión irrevocable sobre la tierra. Esto le infunde un tesón y una fuerza de voluntad sin límites, que sus adversarios califican de tozudez y terquedad. Pero esta fuerza interior le permite un ritmo endiablado de trabajo que agota y deja por el camino al más resistente de sus asesores cercanos.

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Só de broma, como dizem os vizinhos, excluí alguns trechos do texto original e troquei por Chávez o nome de Uribe, que constava originalmente nesse texto do analista político Alfredo Rangel. (É, é ele mesmo, Uribe, na foto acima, com o Chávez). Uma análise da popularidade do presidente da Colômbia, com informações raras vezes vistas na imprensa brasileira.



Claro, Uribe, que, como mostra o texto de Rangel, tem traços populistas e autoritários geralmente condenados quando encontrados no venezuelano, não andou nacionalizando empresas ou recusando renovação de licenças para emissoras de rádio e tv. Mas é acusado, pela esquerda, de outros pecaditos, embora até os críticos tenham de rceonhecer que sua gestão é um sucesso econômico _ algo que Chávez, apesar de todo empenho, está bem longe de conseguir na Venezuela.

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